lunes, diciembre 19, 2005

El maravilloso efecto riqueza

Mucho se ha hablado de lo bueno y positivo que es el llamado efecto riqueza por el cual quien tiene un enorme deuda a pagar por el resto de su vida se siente poseedor de una gran riqueza. Como es algo subjetivo, y cada uno es libre de creerse lo que le de la real gana, no es algo que pueda tener una fácil cura como un catarro o un juanete, es algo que se esconde en los recovecos del cerebro de algunos, tan misterioso como lo puede ser el origen de la esquizofrenia. Pero si uno se para a pensar en qué consiste el fenómeno, no deja de parecer un estado alucinatorio, muy propio del carácter español, tan dado a la mística, no en vano, en 1898 esperaban que Santiago matamoros les apoyase contra los infieles protestantes de los EE.UU, pero al final, la tecnología superó a la fe y el apóstol no se personó ni en Cuba ni en Filipinas (como tampoco llegó a Annual a tiempo años después).

Diseccionemos pues el famoso efecto riqueza y veamos que esconde tras de sí este proceso alucinatorio. Básicamente, todo consiste en que un piso que a mediados de los años 80 costaba 4 millones y medio de pesetas, 20 años después aparentemente vale 45 millones de las mismas pesetas. Y los ciudadanos, convencidos de que históricamente los españoles prefieren ser propietarios a vivir de alquiler, compran, compran con entusiasmo confiados en que los precios se revalorizan un 1.000 % cada veinte años. Pero la cosa tiene truco. Cuando el paisano decide endeudarse por esos 40 milloncejos, va a un banco y pide prestado el dinero para pagar su enorme inversión.

El banco encantado de la vida, le presta el dinero a un interés muy, pero que muy bajo. Básicamente a una tasa de interés anual (eso que llaman TAE) de sólo el 2,5 % si el pufo es a pagar en una veintena de años. Y esta es la broma, los intereses son lo que deben pagar en primer lugar los afortunados hijos del efecto riqueza. El cálculo es bien simple, 2,5 multiplicado por 20 es igual a 50. Así que los intereses de la inversión son del 50 % y se deben pagar en los primeros años. Y aquí viene la coña. Aun suponiendo que la vivienda pudiera valer 20 millones en realidad, una vez sacada la costra de sobreprecio, el astuto inversor se dedicará a pagar durante los primeros años los intereses de 40 millones al 50 % es decir los mismos 20 millones que podría valer, mirando con muy buenos ojos la inversión.

Simplificando, te digo que esto vale 40, te presto 40 al 50 %, cuando acabes de pagar los intereses habrás pagado el valor real y a la vez no habrás empezado a pagar aún la inversión. Por eso resulta interesante oír los argumentos del personal metido en pringues hipotecarios para toda la vida, según ellos mismos se tratan de convencer, los bancos se tendrán que buscar la vida para que el mercado no se vaya al carajo y siga subiendo. No está mal como consuelo mental del efecto riqueza, pero la verdad es que cuando acaben de pagar los intereses en realidad le habrán pagado al banco (o caja de ahorros) el valor de la vivienda. Si por un impago de la hipoteca el banco se queda con la misma, al loro, que a ellos les sale gratis gracias a los intereses iguales al valor real. Si después el banco vende el piso por su valor real, serán todo beneficios (para el banco, no para el primo).

Así que menos fantasías que los bancos nunca pierden y menos en España, y que si en lugar de invertir en ladrillo, los ciudadanos hubieran invertido en abrir churrerías nadie aceptaría que sus errores como inversores debieran ser cubiertos por el resto de los contribuyentes o por el gran hermano estado. Disfruten pues del efecto riqueza los endeudados mientras les dure, sigan pagando sus deudas y en caso de no funcionar el negocio, desinviertan, que para eso de han metido a astutos inversores inmobiliarios.