martes, mayo 30, 2006

Historia para no dormir

A medida que ha ido avanzando el caso de la doctora De Mingo, que cuchillo en ristre se dedicó a apuñalar personas en un hospital madrileño, se me ha ido poniendo el soniquete zumbón de una mosca tras la oreja. Tras los hechos, el primer pronunciamiento vino de la Audiencia Provincial de Madrid, concluyendo antes que nada, que la Fundación Jiménez Díaz,responsable del hospital donde sucedieron los asesinatos y agresiones, no tenía nada que ver en la historia. Esto encajaría perfectamente en una historia en la que una señora que pasa por la calle, entra en un hospital y apuñala a una serie de personas, pero el caso es que no es así. La agresora está allí porque trabaja allí.

Puede ser, acaban de contratarla y entonces, sorpresivamente, agrede a sus compañeros y a quien se le ponga por delante. Bien por los responsables de "recursos humanos", esta vez no han demostrada demasiada sutileza al analizar a la candidata al puesto de doctora. Vaya, pues resulta que no, que está contratada, pero para hacer su especialización de reumatóloga...desde hace tres años. Y para mayor desconcierto, es el centro el que todos los años debe hacer un informe favorable sobre la doctora y certificar el buen cumplimiento de sus labores para que el contrato le sea prorrogado. Hasta un tutor para su especialidad tiene la finalmente dictaminada como "paciente que sufre una esquizofrenia paranoide".

Bien, ¿quien decide que la doctora sea fichada por el centro?, ¿quién firma los informes favorables para su renovación?, ¿y si tenía aterrorizados a los compañeros del hospital, cómo es que seguía alli?. Así que la justicia se fija en que otro le hacía las guardias a cambio de una pelas, pero no nota nada extraño en que sus superiores certifiquen que cumple con todas sus labores, aunque no lo haga con ninguna. Es decir, el centro dedice que es mejor que no haga nada y vaya cuando quiera, y si deja los informes en blanco, pues ya se los rellenará otro, pero nosotros decimos que cumple con todo muy bien, que ha aprobado cada uno de los cuatro años necesarios para que obtenga la especialización de reumatóloga.

Y así son las cosas de la mente, la esquizofrenia paranoide de la médica interna residente ascendida a doctora por la prensa, se anticipa a su destino y al tercer año, va y le da por cargarse a los que pille a mano a puñaladas en el hospital donde trabaja. Preocupa pensar que el proceso que sufre la doctora que provoca que la retiren todas las obligaciones no incluya la de atender a los pacientes. ¡Dios mío, esta tía está totalmente grillada!, Vale pongámosla en atención al público. ¿Cuanta gente ha atendido la presunta doctora a lo largo de los tres años que estuvo en la clínica?. Para que luego hablen de la eutanasia, te duele un hueso, vas a reumatología, te atiende una tía que no está bien de la cabeza, te receta algo para que te suba la tensión arterial, que ya tienes alta, te vas a la farmacia, compras el medicamento, te lo tomas y hala, a criar malvas. Ya sé que entonces se puede argumentar aquello de "pero la sanidad española es una de las mejores del mundo...", vale, será así, pero en el caso de las consultas atendidas por una enferma mental con atribuciones de médico no deja de ser un leve punto negro.

Pienso que los que procuraban que la medica interna residente acabase allí sus cuatro años de especialidad no pensaban que pasado este trámite la niña llegase a suponer un peligro para los que estuvieran a su alrededor o para sus futuros pacientes, esto era una fase temporal, después ya se podría encontrar dónde encajar a la niña en alguna oficina administrativa del sistema sanitario. Posiblemente en la misma Fundación gestora del hostipal con un puesto ejecutivo y rebajada de servicio, en su casita o ingresada en un centro psiquiátrico. En cualquier caso, algo digno de una invalidez permanete totalmente justificada. Pero coño, les podía haber dado por comprarle a la niña un título nobiliario en lugar de una especialización médica.

Y queda raro, que la justicia corra tanto para concluir que no hay responsabilidad de quien tiene y mantiene en su hospital a un enfermo mental atendiendo a pacientes a lo largo de tres años, y que la homicida difícilmente hubiera cometido los crímenes en el centro sanitario si no llega a trabajar en él, o si le hubiera dado por lo mismo en la plaza del pueblo de El Molar, en cuyo caso las víctimas serían otras. Hay cosas que son nítidas, todo enfermo mental que acaba asesinando gente, es que previemente tenía riesgo de acabar haciéndolo, pues finalmente lo ha hecho. Claro que si está totalmente ida, oyendo voces susurrantes por la meganfonía, convencida de que está siendo espiada desde su infancia, ya es para preocuparse un poco de la niña, digo yo. Vamos, que si está totalmente paranoica, la puede acabar liando de alguna manera y mejor lejos, que en casa o en la plaza del pueblo, claro.

Pero los responsables del centro no notan nada, como su familia, es decir, sólo notan que está grillada los compañeros y los pacientes, los jefes no notan nada, y en casa, es que gusto daba ver lo normal que debía estar cuando llegaba del trabajo presuntamente convencida de que era espiada por sus compañeros. Me malicio que aquí las cosas sí tienen una explicación lógica. Por lo leído sobre la historia, si la doctora escribía informes con el ordenador apagado, alguien debía rellenarlos por ella, así el paciente era atendido por la doctora demente, y si salía demasiado desconcertado, algún celador o enfermera ya se encargaría de pasar al paciente a otra consulta donde otra doctora, esta cuerda, rellenaba la ficha, pasaba la consulta y corregía la receta. Me imagino a la otra, con su paranoia galopante oyendo en la consulta de al lado a la paciente que acaba de estar en la suya, y asomándose para ver una y otra vez al asomarse al paciente que acaba de estar en su consulta salir de otra consulta. Puede que se parcheara lo de la doctora esquizofrénica, pero al final el resultado fue el equivalente a echar una cubo de gasolina para apagar una fogata.

Y claro que los enfermos mentales cuando hacen locuras, pueden notar que la gente que los observa comente sobre ellos discretamente, debe ser algo normal. Hace años, estando en un colegio mayor llegó al mismo un opositor entrado ya en años. Era un tipo con pinta lúgubre, no hablaba con nadie, no salía de su habitación, y debía llevar opositando desde hacía un par de décdas. Sí que bajaba al comedor, pero en la mesa no hablaba nunca con nadie, excepto para preguntar si alguien no quería comida y poder comérsela él. Mucho debía de estudiar aquel opositor para tener tanta hambre, hasta que un día, se zampó sin preguntar la bandeja de huevos fritos de la mesa (para cuatro personas), dejando a los otros tres comensales bastante desconcertados tras verle ingerir ocho huevos fritos en sendos bocados y luego quedarse callado y abstraído. El siguiente descubrimiento fue que por las noches, según le diera la ventolera, el tipo salía a la escalera del pasillo y se ponía a aullar. El responsable del turno de noche de la puerta de entrada quedó aterrorizado la primera vez que se puso a aullar, pues pensaba que a alguien le estaba pasando algo terrible, cuando fue corriendo a ver a qué se debían los tétricos sonidos, el colgado del opositor había vuelto a su habitación. Dado que era una costumbre del tipo, se acabó sabiendo quien era, pero como no hablaba nunca con nadie, no se pudo averiguar a qué obedecía tran extraña costumbre. Cuando desapareció, todos supusimos que había aprobado la oposicón que con tanto esfuerzo había preparado durante tantos años. El caso es que el tipo provocaba comentarios y cuchicheos, comentarios del tipo: "éste es el que le da por aullar por las noches", o "no sabes la que lió con el de portería la primera noche que le dió por aullar", o "yo le he visto meterse ocho huevos fritos en dos bocados y tragárselos sin masticar", como para no esperar los comentarios. ¿Que era introvertido?, sí hasta me atrevería a decir que aquel tipo no estaba bien de la cabeza, pero introvertido si que lo era, sólo decía una frase: ¿me lo puedo comer todo?, pero generalmente no esperaba respuesta alguna, se lo comía directamente. Pero eso sí, cuando llegó allí, aquel tipo ya estaba grillado.

Es la historia de una esquizofrenia paranoide bien tratada que le ha permitido al paciente desarrollar sus aptitudes profesionales y de formación. Ha podido superar la enseñanza elemental y la media, ha llegado a la Universidad, ha cursado una carrera de Medicina, ha aprobado todas las asignaturas, y el exmanen de acceso el MIR, lo que no es poco, y hasta le ha dado para realizar tres de los cuatro años necesarios para tener la escpecialización de Médico Reumatólogo (o Médica Derremateloca, según se prefiera decir), y fíjate tú que estando tan normal a lo largo de toda su vida, va y justo en los tres años que está en este hospital empieza a hacer cosas extrañas desde el principio. Porque sería increíble pensar que ya estaba tronada cuando aprobó el examen para Médico Interno Residente, o las numerosas asignaturas de la carrera de Medicina, que son cinco añitos de facultad. Entonces surge la duda de que desde cuando está diagnosticada la esquizofrenia paranoide y desde cuando sigue tratamiento la paciente doctora. Porque si de verdad está tan ida como parece, también parece que lo estaba desde antes de entrar en el hospital tres años antes de los sucesos, ¿o es que fue ser contratada y volverse loca?, uno siempre piensa que cuando se dice que alguien se volvió loco de alegría no es que quede tronado oyendo voces, como parece ser el caso.

No es equiparable que un trabajador de una empresa sufra un trastorno mental, a que la empresa contrate a un trabajador que tiene un trastorno mental. No es lo mismo se volvió loco, que contratamos a un loco. El que contrata tendrá alguna responsabilidad si ha contratado a alguien que pone en peligro la vida de sus compañeros de trabajo, o al menos esto parece lo lógico. Usted contrata para trabajar en una fábrica pirotécnica a un tipo que es pirómano y que se pasa el día tirando cerillas encendidas sobre las cajas del almacén, los otro curritos protestan, pero usted mantiene al fenómeno en su puesto. Un día, acierta con una cerilla y estalla toda la instalación, los heridos y familiares de los muertos le demandan, pero no hay peligro, su negocio estaba a nombre de una fundación, Fundación Pólvora y Sociedad, y como tal es una cosa como abstracta, pues que no, que no hay responsable alguno de que el pirómano estuviese en el almacén de pólvora. Ajo y agua.

Pero lo más alucinante me sigue pareciendo lo de que como no puede hacer nada porque está totalmente volada...que pase consulta. No sé cuanta gente habrán sido pacientes de la psicótica-doctora, ni me imagino que les puede haber recetado, y poco puede quedar de sus alucinaciones en las consultas si escribía con el ordenador apagado, buen síntoma para mosquearse con alguien este. No me imagino que después alguien pase una factura a pagar por los contribuyentes de 10 pacientes atendidos reumatología por día, por 365 días que tiene el año, 3.650 pacientes atendidos, a tanto por paciente...no espera, ¿no pensarás cobrarme lo mismo por las consultas de verdad que por las otras, no?. O si había un ajuste de datos de pacientes de la doctora tal y de la del despacho de al lado, o si más bien intervenían en casos puntuales y si lo que mandaba eran unos análisis lo daban por bueno, nunca están de más, claro.

Pero eliminado el asunto de por qué está allí la doctora, contra viento y marea y para acojone de sus compañeros de trabajo, sólo nos queda un proceso judicial donde se demostrará que, como todos saben, ya que fue delante de un nutrido grupo de testigos, la citada doctora apuñaló a un puñado de personas en el hospital (donde trabajaba) matando a tres personas, y que dado lo delirante de la acción, parece bastante evidente que la agresora no está en sus cabales y sufre un trastorno mental, que los médicos dicen que es una enferma que sufre esquizofrenia paranoide, y que alguien ha dicho que es que había dejado de tomar la medicación. Claro que vista la historia, debió de dejar de tomar la medicación nada más ser contratada por el hospital a poco de acabar la carrera de Medicina, es decir, dejó de tomar la medicación tres años antes de los hechos, mucho tiempo parece para decir lo de dejó la medicación, como si hubiera sido un par de días antes.

Pero lo preocupante es que no tenemos garantía de que al otro lado de la ventanilla o de la mesa de la consulta pueda no haber un loco. ¿Cuantas veces se ha acercado uno a preguntar algo en un edificio público y le han mareado de un sitio a otro hasta enviarle finalmente a un edificio distinto en otro sitio diferente?. Bien, está claro que deben ser los locos de cada sitio, es decir, debe haber un cupo de dementes para atender a los ciudadanos, como la reumatóloga loca, y por eso la farragosidad de cualquier trámite en España. ¿Que tiene usted la potra de dar con uno que está cuerdo?, perfecto, hasta puede que diga, ah, pues me han atendido bien. Pero si le toca el loco...¿qué hace si le toca el loco?. ¿Y qué pueden hacer los de alrededor del loco?, lo más razonable es sin duda confiarle nuestra salud y seguir sus consejos hasta morir, desde luego.

No puedo imaginarme la ignorancia de los responsables del hospital cuando a alguien del personal de su hospital le da por quitarse de la ropa pelos inexistentes, o dice que la están espiando, o comenta que por la meganofía dicen cosas sobre ella, o escribe en un ordenador apagado, sufre una crisis en su primer día en urgencias, y es relevada de esta obligación, y de las guardias y de todo, menos de atender a los ciudadanos, ya es mala leche. A estas alturas, parece sospechoso que nadie hiciera nada a medida que la tía se iba disparatando más y más. Digamos que por algún extraño motivo, la médica reumatóloga residente era imprescindible. Ya podía caminar por el techo, los responsables certificaban que ella, este curso, fíjate tú, hasta mejor que el anterior que lo ha hecho, le renovamos el contrato y adelante con el siguiente curso hasta obtener tan merecida titulación académica, Doctora Reumatóloga Psicótica, supongo.

Aunque claro, en principio alguien pudo pensar que el primer número que organizó fue para escaquearse del marrón de urgencias, y que tampoco sea una cosa tan extraña lo de vender las guardias de hospital a alguien que esté dispuesto a hacerlas por un precio razonable. Lo mismo se pudo pensar de otras obligaciones, y además si aunque no las cumpliera, le firmaban como que las hacía año tras año, supongo que tanto ella como sus compañeros tenían asumido que iba por la vida con suficientes enchufes como para ser intocable, cosa evidente si los jefes certificaban que hacía lo que no hacía. Quizá en su locura, se llegó a imaginar que algunas compañeras de trabajo pensaban denunciar de alguna manera sus trapicheos y al sentirse imaginariamente pillada, decidió eliminar a sus adversarias, antes de que la denuncia de sus movidas se destaparan públicamente. De vendidos, al río. Y les cayeron las puñaladas por interponerse en su camino, no sólo físico. Pero los números no fallan, si atacó a siete personas, cinco de ellas eran compañeros de trabajo, la visitante y el paciente, son como de regalo, de certificación de locura por ataque indiscriminado, ya que si llega a matar sólo a compañeros del hospital hubiera quedado muy sospechoso.

¿Donde hace trampas el personaje en cuestión?, en su jugada para obtener una titulación médica, ¿y para qué sirve tener hechos los cursos de Médico Interno Residente...¿para ser médico funcionario del sistema sanitario público quizá?. Mucho podía perder la doctora que se había logrado escaquear de todas sus obligaciones cobrando todos los meses por no hacer lo que no le diese la real gana. Pero cabe la posibilidad de que ninguno de sus compañeros pensasen en denunciar la situación. ¿Era algo aceptado como un riesgo del oficio?, la empresa contrata a uno que no da un palo al agua y se libra de todo pero que se le renueva todos los años, algún enchufe poderoso tendrá, total, sólo son cuatro añitos y luego el regalo puede pasar a serlo de todos los españoles, y en el caso de esta historia, de la sanidad pública madrileña, donde quizá acabaría desembarcando la brillante reumatóloga psicópata una vez acabado el MIR. Por haber móvil lo hay, y de sobra.

Otra cosa es pensar que hay tal asunción de esto de los enchufes y los enchufados en España que no asombra ver que alguien ha colocado a un familiar demente con cargo al erario público a ser posible. Y mira que lo tenían a huevo, si la niña estaba cobrando un sueldo como médica interna residente, y hubieran tramitado a tiempo su invalidez permanente, no hubiera pasado nada, aquí paz y allí gloria. Hubieran cobrado un sueldo para el resto de su vida y todos se lo hubiéramos pagado sin enterarnos. Nadie se extrañaría de que hubiera llegado a acabar una carrera de medicina por el camino. Sería un caso más entre muchos, pero la tía se adelantó y la lió. Que es una pena, que no le diera por hacerse caballera andante y atacar molinos por La Mancha y por contra le diera tan chungo yuyu apuñalador.

Así pues, la Audiencia Provincial de Madrid considera que a fin de cuentas, si la familia de la niña logró enchufarla en el hostpital, pues mejor para ellos, y que si los del hospital decidieron meterla allí, pues es que estaban obligados por el enchufe de la enchufada, a hacerlo así, luego no hay culpa ni responsabilidad. Que es que ha venido recomendada y punto, no hay más que hablar. Y está claro que si los papás de ella han logrado colocarla allí y los del centro lo han aceptado, es porque todos ellos querían lo mejor para la niña, en este caso una especialización médica. Así que como en El Padrino II parte, Vito Andolini queda en la calle cuando le quita el puesto de trabajo el sobrino del Don Fanuzzi. "Il mío nipote" dice Don Fanuzzi. Que significa mi sobrino en italiano , y en español en lugar de decir ese extraño palabro de "nepotismo" deberíamos decir, en castellano clásico, su equivalente: "sobrinismo".

Podemos concluir que las víctimas de la reumatóloga residente psicópata lo han sido de accidente laboral. Han sido víctimas de la descarga de un enchufe, como si se hubieran electrocutado. Han sido víctimas de un accidente de trabajo.